Vodka, la bebida que resiste al frío

Ya sea solo y sin mezclar  como sucede Europa oriental, países bálticos o las remotas estepas mongolas, ya sea formando parte de innumerables cócteles y combinados en el mundo occidental; el vodka, esa ‘simple’ unión de agua y alcohol, sin sabor ni olor ajenos a los propios del etanol, ha logrado convertirse en la bebida espirituosa blanca más consumida del planeta.

Más allá de mitos y de historias de muy dudosa credibilidad, lo cierto, es que el vodka fue destilado por primera vez en el siglo XI por monjes polacos que lo utilizaban con fines medicinales.
Y es que esta bebida, debido a que tiene alto contenido de alcohol, no se congela, por lo que es perfecto para los países donde las bajas temperaturas son habituales.
De hecho, Rusia y Polonia continúan hoy disputándose su cuna, si bien ha quedado constatado que el vodka ya se consumía en el Moscú del siglo XV, mientras que el gorzalka, o vodka polaco, no llegó a producirse realmente hasta bien entrado el siglo XVI.

En 1430 se elaboró el primer vodka ruso a cargo de un monje, producto que se servía en exclusiva al Gran de Duque de Moscú, motivo por el cual desde entonces se asocia con la capital rusa el destilado de mayor calidad.

Muy pronto el vodka se convirtió en la bebida favorita de los rusos y su consumo masivo llevó a su elaboración a partir de los productos más comunes en las granjas rusas como el trigo, el centeno y otros cereales a los que también se sumarian la patata y el maíz.

El fermento del grano o tubérculo se filtraba y se le añadía agua para conseguir una mezcla con una graduación de entre 70 y 80 grados cuya destilación solía realizarse en condiciones poco salubres lo que originó que aquel vodka terminase provocando la ceguera de muchos miles de pobres campesinos.

Ante esta situación de auténtica pandemia, el zar Iván IV Vasilievich, el famoso Iván el Terrible, decretó el monopolio estatal de su fabricación, lo que supuso el inicio oficial de la historia del vodka y tuvo como consecuencia que la destilación se realizase únicamente en la capital rusa, lo que llevó a que hasta el siglo XVIII se conociese al destilado en todo el mundo con el nombre de ‘vodka moscovita’.

Ya en el siglo XIX las autoridades zaristas regularizaron la producción y establecieron la fórmula oficial para la elaboración del vodka, tarea encomendada al prestigioso científico Dmitri Mendeléyev, que pasaría a la historia por ser el padre de la Tabla Periódica de los Elementos.

Mendeléyev  dedicó diez años de su vida a la tarea de depurar aquel licor de forma que manteniendo sus propiedades alcohólicas intactas careciese de los perniciosos efectos secundarios del alcohol que tantos estragos habían causado entre la población.

El vodka aguanta y quita el frío.

La proporción ideal entre agua y alcohol determinada por Mendeléyev fue de 40 grados y la fórmula se fijó finalmente con un 45,88% de alcohol y un 54,12% de agua, con lo que el peso real de un litro de vodka se sitúa en los 951 gramos.

En 1894 el gobierno del zar extendió la certificación oficial del vodka mendeleievskaya, así conocido en honor a Mendeléyev, que fue entonces bautizado como Moskovskaya Especial y que con sus 40 grados se convertía en una bebida única entre el resto de destilados.

De hecho, mientras en muchos países el contenido de alcohol del vodka oscila entre el 37% y el 70%, el vodka ruso, polaco y lituano clásicos se mantienen fieles a los 40 grados de alcohol.

Durante la Primera Guerra Mundial, el zar Nicolás II se vio obligado a decretar la ley seca en todo el país para poder suministrar a los hospitales rusos el alcohol que necesitaban para cuidado de los heridos y del que se veían privados por el enorme consumo de las destilerías.

Una ley seca que, tras la toma del poder por los bolcheviques, se mantuvo en vigor hasta el año 1925.

Por su parte, Stalin, confeso e impenitente bebedor de vodka, decidió utilizar la bebida como herramienta ideológica y de acicate productivo, y en octubre de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, dictó una disposición secreta para fomentar el desabastecimiento de vodka en las tiendas de toda Rusia con el fin de distribuirla preciada bebida tan solo entre las élites del partido y el aparato soviético, el ejército rojo y los colectivos laborales más productivos.

Ya con la Guerra Fría como telón de fondo, muchos otros países, con Estados Unidos a la cabeza, se lanzaron a fabricar vodka.

La simplicidad de un producto a base de agua y alcohol fue lo que llevó en aquellos tiempos a que, fuera del cinturón de vodka configurado por Rusia, Polonia y Ucrania, el destilado se publicitase en ocasiones como whisky blanco sin gusto ni olor.

La expansión del consumo de este destilado fue tal que en 1957 el vodka logró desplazar al bourbon como la bebida más consumida en los Estados Unidos.

La mejor manera de tomarse el vodka es muy frío pero sin hielo. Además, para apreciarlo en condiciones conviene beberlo solo, sin mezclar.

Antes de beber vodka siempre se brinda. Los brindis son conocidos como ‘tost’.

Del Bloody Mary se podría decir que es el cóctel por excelencia del vodka. Aunque su origen no se conoce con exactitud, cuenta la leyenda que este combinado surgió de una mezcla realizada por un barman americano en París, que mezclo zumo de tomate y vodka en 1920. Su nombre se lo debe a la reina María I, o Tudor, que fue conocida por su intento de instaurar el catolicismo de nuevo en Inglaterra y llevo a la hoguera a más de 300 miembros de la iglesia anglicana, ganando así el apodo de María La Sanguinaria. Evidentemente es el color rojo de esta bebida lo que evoca la sangre. Tiene un sabor amargo, picante y a hierba.