El Río Paraná y el “Tesoro Dorado”

Con el río en una bajante histórica, el Alto Paraná sigue pagando, dorados, surubíes, pacúes y manguruyúes, son el saldo de una muy buena pesca en el comienzo del año.

Tentados por el pique y en la búsqueda de los  gigantes del río, una vez más nos encontramos viajando hacia el norte del litoral argentino invitados por “Cabaña Puerto Paraíso”.

Nuestra aventura de pesca se dividiría entre dos de los tres destinos donde Cabaña Puerto Paraíso tiene sus complejos hoteleros. En este caso, Itatí e Itá Ibaté, ambas, localidades emblemáticas para el turismo en la provincia y famosas entre los pescadores por ser referentes internacionales de la pesca deportiva. Ubicadas a orillas del río Paraná, a aproximadamente 1 hs 10 minutos y 1 hs 40 minutos al este de la capital provincial, respectivamente, sobre la ruta nacional N° 12, donde Cabaña Puerto Paraíso cuenta con dos de sus imponentes posadas totalmente diseñadas para la comodidad del pescador.

Con un servicio de modalidad “all inclusive”, podemos disfrutar de desayunos tipo bufet, la mejor cocina, con gran variedad de platos típicos y regionales. Habitaciones dotadas de aire acondicionado, frigobar y TV. Ambos complejos cuentan con pileta con hidromasajes. Respecto de las embarcaciones, las mismas son de cómodas dimensiones, de más de 5.60 m de eslora, impulsadas por motores de 90 HP, tripuladas por guías de vasta experiencia. La salida incluye la carnada y servicio de bebida abordo. Aconsejamos consultar por la disponibilidad de equipos de pesca en caso de requerirlo.

Las condiciones del río no son las mejores, ya que como es conocido, el río Paraná está pasando por una bajante histórica, que parece no tener una recuperación a corto plazo, a menos que las lluvias aguas arriba, hagan que sus afluentes puedan hacer un aporte importante a toda la cuenca. Sin embargo, y por suerte, el río crecía de 0.70 m a 1.35 m entre los días 7 y 14 de enero (datos de Prefectura Naval Argentina, Puerto Itá Ibaté). 

Con nuestros equipos preparados comenzamos a navegar en el primer día de pesca. La modalidad elegida para arrancar sería garete (pindá o camalotes) con carnada, en este caso anguilas.

Golpeando las piedras con plomadas de entre 10 y 40 gr dependiendo del fondo, y ante el incansable trabajo de nuestro guía Marcelo para evitar los “tranques” (enganches de los anzuelos en el fondo del río) fuimos obteniendo algunas capturas de doradillos, que sumados a algunos piques errados iban haciendo muy entretenida la primer jornada. Para cerrar, y mientras caía la tarde, una llevada profunda nos hacía emocionar, y luego de una digan lucha, las burbujas que emergían de las profundidades delataban al protagonista de la corrida, un vital cachorro de surubí pintado roncaba mientras era subido a la lancha. Con mucha alegría devolvíamos a este hermoso ejemplar e inmediatamente retornamos a pescar antes que caiga la noche.  

El clima de los siguientes días no facilitaría la pesca. Desde altas temperaturas, horas de intensas lluvias hasta días ventosos que provocaban olas que hacían difícil la navegación e imposibilitaban algunas modalidades, eran las condiciones con las que nos tocaba lidiar y que de alguna manera también son parte de la pesca en esta región del país.

Mientras seguíamos surcando el río de manera incansable teníamos claro que en el Alto Paraná, mientras haya una línea en el agua, hay chances de que grandes monstruos muerdan el anzuelo y hacer la pesca de nuestras vidas.

Como el viento seguía muy intenso, y la modalidad garete con mango en búsqueda del pacú se complicaba muchísimo. Decidimos anclarnos y probar unos lances con anguila y miñoca (lombriz gigante) en búsqueda del manguruyú, especie que se estaba dando con frecuencia en esa modalidad. Pero claro, ésta carnada es tentadora para una variada cantidad de especies de fondo, y casi inmediatamente obtuvimos respuestas. Uno tras otro, los piques de armados de portes impresionantes nos iban acompañando durante el atardecer.

Luego de una lluviosa mañana que nos obliga a retirarnos de las aguas, nos disponíamos a navegar en la siesta itaibateña, de nuestro último día en el norte correntino.

Aguas arriba y abajo comenzábamos a “serpentear” sobre las piedras con señuelos de profundidad golpeando el fondo. Pasada tras pasada, la tarde iba cayendo, y con la mirada puesta sobre las puntas de las cañas, el “ronroneo” del 90 HP era el único sonido que se desprendía de nuestra embarcación.

Como les decíamos, “en el alto Paraná, mientras la líneas estén en el agua todo puede pasar” y pasó…….

La chicharra del reel cortó el silencio abrazador con un “canto” desesperado, un cañazo y un giro abrupto de la embarcación nos ponía de frente a la acción mientras el resto del grupo se apresuraba a sacar los señuelos del agua. La corrida sostenida hacia las piedras hacía que nos preocupemos, ya que el pez se dirigía rápidamente a una zona de baja profundidad donde ya habíamos tenido cortes por roce el día anterior. “Aprentándolo” un poco con la caña y con la estrella del huevito bastante ajustada, se desató la pelea entre recogidas y llevadas. Sin saltos y “clavado” debajo de la embarcación,  nos hacía pensar en un pez de buen porte mientras esperábamos nerviosos.

De pronto la línea empezó a ceder y las corridas perdían fuerza, la intensidad de la pelea disminuía, y desde las trasparentes aguas de color esmeralda del río Paraná, los destellos dorados revelaban la identidad de la bestia. Un grito de desahogo estalló de nuestra lancha mientras nos hermanábamos en un abrazo con nuestro guía Rodri, que nos acompañó con insistencia durante toda la aventura, al subir a la lancha un descomunal ejemplar de dorado. Cansado, pero dueño de una vitalidad innata, el “Tigre de los Ríos” volvía lentamente a las profundidades luego de la devolución.

El sol “moría” en una tarde rojiza sobre el Paraná, y con los ojos brillosos de la alegría agradecíamos en silencio la oportunidad que nos da el norte correntino de experimentar éstas emociones, a Marce y Rodri, guías del excelente staff de guías con los que cuenta Puerto Paraíso, y por supuesto, a Francisco, Federico y Daniel por la confianza y por permitirnos un año más compartir con todos ustedes ésta gran experiencia, y la satisfacción de estar otra vez en Cabaña Puerto Paraíso.